Editora, académica, escritora. Lectora. Andrea Palet es referencia obligada a la hora de hablar de libros. Con Laurel Editores, su sello, ha traído aire fresco a las librerías nacionales, con la idea de darle circulación a ensayos, crónicas y ficción. Hace poco editaron 100 obituarios de The Economist, una selección de los textos que la revista publica semana a semana. Con ella quisimos retomar la sana práctica de las entrevistas. Sobre todo en estos pandémicos días.
¿Cómo se hace un buen obituario?
Con libertad. Que es lo más difícil en nuestro medio, creo. Descartando mucho (premios, cargos, la parte ridícula), estrujando los episodios socialmente relevantes y sacándose de la cabeza la lógica de la progresión gradual en la vida, que parte en niño y termina en éxito. Y haciéndolo un periodista, no un amigo o subgerente del muerto.
¿Recuerdas alguno en la prensa nacional?
Recuerdo puros malos ejemplos de cuando leía El Mercurio, pero de eso hace muchos años y quizás hoy sean muy buenos.
¿Por qué acá no somos dados a ese género?
Quizás por lo de la libertad: para ser un país tan grande somos muy poca gente, los periodistas están obligados a cuidar sus fuentes y sus relaciones, y eso te impide decir que un hijo de puta fue un hijo de puta, como sí puede hacer el Economist, que lo dice muy elegantemente pero lo dice.
¿Qué cambio ves en cómo nos enfrentamos a la muerte hoy por hoy, con una situación como la que atravesamos?
No ha pasado ni un suspiro, si lo pensamos como medida de tiempo en que se puedan ver cambios en la conducta humana. Todavía no veo nada distinto de nuestro comportamiento para el terremoto de 2010, por ejemplo: angustia bombeada por la incertidumbre, pánico que deriva en violencia y en culpar al Otro, humor y calidez para rebajar la tensión, solidaridad, compulsión por relacionarnos, ciclos de estados de ánimo. En los países donde la vida vale menos todo sigue como siempre, con más cadáveres. Recuerdo vagamente una frase de una película chilena (¿Aurora?) que decía algo como que lo humano no es nacer, lo verdaderamente humano son los funerales, cómo despedimos a los muertos. Ahí la peste nos duele como nunca. Todavía no sé qué vamos a hacer con eso.
Dijiste que estabas escéptica de que la crisis nos cambiara mucho, ¿por qué?
Porque la capacidad de olvidar lo malo, vivir en negación, sin reflexionar, dándole para adelante, es portentosa, y los humanos de esta época igual estamos acostumbrados a las catástrofes controladas. Esta es una: muy grande, pero controlada. Y porque el cambio es ideológico y requiere que se jodan estructuras supranacionales, las grandes fortunas, las corporaciones, el capitalismo y su desarrollo sicológico más importante: la idea de una carrera por ganar, la acumulación y la novedad como cosas deseables. Si el cambio climático, que no se va a arreglar, no ha conseguido hacernos parar, una peste tampoco, a menos que mueran millones de personas. Ahora, qué voy a saber yo, ojalá me equivoque heavy.
¿Cómo se pautea un libro para retratar esta crisis?
No sé. Hay pocas fórmulas y son fórmulas precisamente porque funcionan. Pero, si hablamos de libros, la pauta debe incluir muy al principio no solo los temas sino una previsión de quiénes están leyendo hoy este tipo de libros, qué buscan, dónde los encuentran, cuánto tiempo tienen para leer, y a partir de eso delinear una estructura. Esto que parece tan obvio muchas veces no se hace. Quizás el resultado sea que no hay que hacer un libro sino un podcast, qué sé yo.
En tiempos de encierro, la gente consume series y libros. Se quejan de no poder acceder a contenidos, y entonces editoriales y otras empresas liberan libros, reportajes, series, películas. ¿Qué te parece? ¿Cómo se debe cuidar el trabajo de los que hicieron ese contenido?
Hay varios temas acá. Es una legítima estrategia de marketing, y una acción destinada a fortalecer tu comunidad de lectores. Las dos cosas están bien estudiadas, sin perjuicio de que algunos lo hagan por impulso y amor: no son excluyentes. No me gusta la palabra escogida, “liberar”, no están presos los libros, no cuestan cien lucas ni cincuenta. ¿Tú liberas una manzana si tienes un puesto en la Vega? No, das la yapa, en ambos casos son muestras gratis. Si regalas tu producción completa de manzanas ahí ya estamos ante otro fenómeno, mucho más bonito pero que por supuesto requiere una revolución social enterita, y sobrevivir a ella. Insisto en que no estoy en contra de la movida, solo quiero que pensemos en nuestros consumos culturales en general, cuánto pedimos y cuánto damos como consumidores. Hay plataformas como Bookmate, Nubico, 24Symbols, Scribd, a las que te suscribes por las mismas cuatro lucas que Netflix y puedes leer todo lo que quieras, treinta libros al mes si eres capaz, entonces problemas de contenido no digamos que hay.
Ficha:
The Economist: 100 obituarios / Keith Colquhoun y Ann Wroe
300 páginas
$16.000