Trato de recordar una palabra que olvidé. Esto ocurrió cuando tramaba, una mañana tempranera, escribir un artículo sobre la invención de un diseño zen para enfrentar la pandemia. Diseños imaginarios de lo que podría ser un otro orden social, en donde lo humano fuera secundario o terciario, y no la ultrarreferencia que es ahora, producto, me imagino, de la cultura cristiana, incluido el iluminismo.
El objetivo del texto era, entonces, pensar un nuevo sujeto y una nueva comunidad que enfrente los desafíos de sustentabilidad o de posibilidad de lo humano, ese que debiera comparecer cuando esto sea otra cosa, es decir, la pospandemia.
«Cuando saco permiso para ir a abastecerme, voy sin listado de compras, sé que algo voy a olvidar, el asunto es qué cosa».
Por lo pronto sólo puedo insistir con el único instrumento que tengo a mano, la ficción y sus poéticas, suprema táctica de la sobrevivencia. Mi único capital para resistir este fin de mundo es desarrollar rutinas sobrevivenciales, es decir, relatos para permanecer al lado de acá de la existencia.
Entonces, suelo practicar un juego ficcional que tiene que ver con el olvido. Cuando saco permiso para ir a abastecerme, voy sin listado de compras, sé que algo voy a olvidar, el asunto es qué cosa. A veces dejo de comprar cuestiones importantes, en estos momentos la memoria se pone a prueba.
Como que del homo economicus pasamos al homo pandemicus, en camino al homo sobreviviencial, con una estética modernícola y totalmente quebrado como entidad, golpeado duramente en su orgullo.
Creo que la palabra que había olvidado rondaba la palabra encierro. Incluso, me tinca que era un neologismo. Es probable que la palabra no la encuentre y se me olvide, incluso, el campo semántico de la misma, que es la única clave con la que puedo ubicarla, lo perderé irremediablemente. Creo que voy a salirme del campo acotado de palabras en que me muevo, quizás esa sea la impronta del hombre nuevo, nuevas palabras, no lo sé.
«Me horroriza la continuación del deseo de normalización tanto en el discurso oficial, como en el de aquellos que quieren reanudar la violencia contra el Estado»
Me horroriza la continuación del deseo de normalización tanto en el discurso oficial, como en el de aquellos que quieren reanudar la violencia contra el Estado, porque es la reiteración sicótica del proyecto odioso que pretende obviar la fuerza de un signo tan brutalmente significativo como es nuestra relación de dependencia o colaboración con el entorno (zoonósfera incluida).
Lo que tenemos, en cambio, es la espantosa oferta de apretar la misma tecla, para ver el mismo programa idiota en la pantalla. Lo que más impresiona no es (y debiera ser) no poder ver a tu familia por meses, no poder acariciar a los críos, la soledad y el aislamiento, lo más brutal es el odio parido de las élites contra la población o la no superación del momento odioso de la clase política, a favor de la persistencia afirmativa de la posesión de lugar. La sospecha manda. En otras catástrofes, terremotos e inundaciones, algo recuerdo de solidaridad entre clases, hoy si bien se da, no es en un contexto de lamentar la suerte del otro. Aquí se instaló el predominio del sálvese quien pueda y si te puedo cagar te cago; la sensación es de que alguien tiene que pagar con sangre, hay ganas de matar al otro; yo me levanto todos los días con ese afán, no lo puedo negar.
«Aquí se instaló el predominio del sálvese quien pueda y si te puedo cagar te cago; la sensación es de que alguien tiene que pagar con sangre»
Estamos en el sumum de la globalización, compartiendo con los otros países la posibilidad de la sobrevivencia minuto a minuto gracias a las redes tecnológicas que nos dan la posibilidad de la contabilidad de la muerte segundo a segundo. Todos estamos hasta el loli, jugando a que la utopía esté a la vuelta de la esquina.
Voy, entonces, como último recurso, a apelar a la sabiduría del haiku para tranquilizarme y para recuperar esa palabra olvidada, y encontrarla, ojalá, en esas imágenes de economía poética. Creo que este género poético oriental puede ser una fórmula para acceder a la posibilidad de un nuevo mundo. Vamos a intentarlo:
I
Pasos sin huella
aromas carnívoros
flor de rocío.
II
Luna instalada
gatos que merodean
lectura insomne.
III
Árbol caído
el vuelo de la noche
trama invernal.
IV
Mirar la lluvia
la candidez del fuego
sombra del ruido.