Nadie admira la Autodefensa de Villa Macul. Puede que casi nadie la conozca. Yo sé que existe porque asistí a su fundación la tarde del domingo 20 de octubre del año pasado. No sé si pueda ser considerado fundador. Pero di mi teléfono por si pasaba lo peor, entonces estuve asociado al grupo al menos esa tarde pero esa permanencia tampoco puede constatarse porque al final no me incluyeron en el grupo de whatsapp, entonces no fui considerado ni siquiera para el llamado final. Yo esa noche me acosté tarde (en realidad siempre me acuesto tarde) pensando que los atacantes iban a llegar y tendríamos que salir a repelerlos. Luego me perdí el resto de la historia. Hace 3 semanas el dueño de la botillería me confirmó que durante la cuarentena ellos seguían vigilando hasta tarde. Digamos que hasta la una. Porque en la plaza “se junta gente”. Al día siguiente aportó nuevos antecedentes que agravaban la situación: a un cabro del frente le robaron el auto recién, me dijo. Pregunté en qué parte de la Villa había sido el robo. No fue acá, me aclaró, fue en el centro. El robo de un auto siempre debe generar preocupación aunque no sea cerca de la casa. Si un vecino ha sido afectado, eso significa que el peligro está cerca y eso es el núcleo de la hipervigilancia, que es una disposición mental interesante y en alguna medida valiosa. La hipervigilancia agudiza los sentidos y hace que uno vea las amenazas por doquier. En el centro de Santiago o en la plaza que colinda con los locales que están a la vuelta de mi casa.
A un cabro del frente le robaron el auto recién, me dijo. Pregunté en qué parte de la Villa había sido el robo. No fue acá, me aclaró, fue en el centro.
Ahora sé que la Autodefensa nunca dejó de existir. El 12 de julio, luego de la primera votación del 10%, los vi reunidos en la calle. Suelo mirar los techos de los locales de noche pensando que alguien puede treparse y caminar por ahí antes de decidir entrar a robar a alguna de las casas colindantes. Hasta aquí sólo he visto gatos, pero no me he quedado en vigilia hasta la madrugada (salvo aquella vez en que anunciaron nieve, motivo verdadero para no dormir) lo que hace que mi observación no sea confiable ni tampoco sistemática. Esta gente debe ser más perseverante en su temor. Esa noche posiblemente detectaron movimientos extraños al menos en la plaza y no abandonaron la vigilancia hasta que constataron que la amenaza había pasado. Y eso a vuelo de pájaro porque veo difícil que tengan un observador adelantado que, incluso arriesgando la vida, se haya metido en la plaza no bien iluminada y haya constatado que no había nadie por ahí, agazapado o fumando yerba.
No he insistido en saber cómo ha progresado la vigilancia. El botillero debe considerarme un cobarde y tiene razón. Así apartado de los vigilantes no puedo conocer detalles esenciales como su capacidad de fuego y sus hazañas. El grupo no ha ganado fama como los héroes de la Cisterna que poco después del estallido, en noviembre, decidieron volcar los autos de los delincuentes que trataban de asaltar un servicentro cercano. Claro que decir esto es injusto porque acá no se han dado condiciones tan dramáticas como aquellas, que ameriten una guerrilla urbana. El 12 de julio la gente celebró con caceroleo y bocinazos, luego vinieron las ráfagas de subametralladoras percutadas en las poblaciones cercanas. Sería mentira decir que hubo fuegos artificiales. El okupa que vive al fondo del pasaje tocó un tambor (o un platillo) al principio de la manifestación. Se que al día siguiente lo increparon y que pidió perdón.
Cómo será la próxima invasión. Insoportable como la del año pasado. Más insoportable todavía por todo el tamaño esfuerzo del dispositivo artístico-intelectual que va tratar de hacerla lo más parecida posible al mayo del 68.
Es raro que una autodefensa termine ganando una fama más o menos gloriosa. Leo un reportaje donde se menciona a los Rangers de Texas. Un ex miembro de esta milicia terminó liderando el equipo del FBI encargado de poner fin a la seguidilla de asesinatos cometidos contra los Osage, en Oklahoma, cerca de 1920. Los Rangers, se deduce del texto, funcionaban como un cuerpo armado a tiempo completo, disponían de caballos, armas, abastecimiento y respaldo social. Vigilaban, perseguían y castigaban. Y no tenían que andar escondidos. Al menos en esta historia no aparecen sólo defendiendo los intereses de los poderosos. No como un ejército privado. Aunque esto puede ser fácilmente puesto en duda dejemos el caso sólo como una muestra de respaldo social hacia una iniciativa de esta naturaleza.
Este ejemplo inmediatamente hace pensar en las autodefensas de América Latina, cuyo cometido ha sido aberrante casi desde un inicio. Me acuerdo de las milicias campesinas en Perú que fueron armadas para combatir a Sendero Luminoso. Uno era chico y pensaba: parece que por ahí va la cosa. Y no es que tuviera tantos pensamientos fascistas a esa edad pero era difícil no admirar los levantamientos populares ante semejantes injusticias, sobre todo después de ver alguna serie sobre la precaria lucha de los judíos en el gueto de Varsovia. Entonces uno hacía una conexión misteriosa entre esos combatientes y los campesinos que habían decidido rebelarse contra la sanguinaria guerrilla maoísta y quería –asumiendo en la mente la venganza ajena- que los senderistas recibieran la peor de las palizas. Todo esto –lo que llamamos paliza- finalmente incluía ejecuciones extrajudiciales, torturas, desaparición de cuerpos y todas las aberraciones que a la larga terminan atribuyéndose a las autodefensas y a todos los que las apoyan: ejército, narcotraficantes, terratenientes, agencias de gobiernos extranjeros.
Estos defensores reaccionarios tienen los papeles manchados desde que nacieron, habida cuenta de su vejez, de los años que vivieron bajo Pinochet y la Concertación y quizá de la ropa que llevan.
Cuesta pensar en que la autodefensa de Macul termine como los grupos que combatieron a los senderistas. Ni siquiera los héroes de La Cisterna van a terminar así. Desde el inicio del estallido la Derecha ha perdido la iniciativa en casi todas las cosas, incluso en la lucha armada. Esto es de las pocas conclusiones positivas que este amargo proceso nos ha dejado: el alivio de ver como Patria y Libertad ha devenido en dispositivos tan precarios como el matonaje travestido de la primera línea del Rechazo.
Cómo será la próxima invasión. Insoportable como la del año pasado. Más insoportable todavía por todo el tamaño esfuerzo del dispositivo artístico-intelectual que va tratar, que duda cabe, de hacerla lo más parecida posible a la revuelta de mayo del 68. Esta épica condena al fracaso moral a cualquier iniciativa ciudadana que se le oponga. Y así tiene que ser. Estos defensores reaccionarios tienen los papeles manchados desde que nacieron, habida cuenta de su vejez, de los años que vivieron bajo Pinochet y la Concertación y quizá de la ropa que llevan. Uno los observa en la calle, entumidos como rondines pobres, y ni siquiera se lamenta. Esa posición de combate caerá apenas empiecen las hostilidades, los que se escondieron desde un inicio seguirán escondidos, algunos con copete en el cuerpo, algunos observando la calle desde una ventana del 2do piso. Las conversaciones se repetirán hasta el cansancio, siempre basadas en observaciones no sistemáticas. Y así el síntoma de la hipervigilancia pasará de una generación humillada a otra. Como un anatema.